• 03 MAY DE 2024

Deconstruyendo el miedo a la Inteligencia Artificial

Inteligencia artificial |

Por un lado, nos maravillamos ante sus avances y desarrollos, y por otro, nos atemoriza el poder de su revolución. Tenemos gratitud por sus aportes, sobre todo con los beneficios que trae ante tareas extensas, complejas y repetitivas, casi al mismo tiempo que la vemos como un sustituto, al parecer inevitable, de ciertos roles humanos. El trabajo, el miedo más común.

Con el fin de seguir aportando al diálogo y el debate, a continuación conoceremos algunos puntos que, a mi juicio, vuelven a esta tecnología una aliada y no una amenaza. Y que se está más cercana de lo lejos que a veces se ve. Así nos permitiremos una pregunta franca. ¿Hay que temerle a la inteligencia artificial?

Comencemos por la idea de que la IA robará empleos, una visión que considero limitada, ya que sus sistemas están diseñados para aumentar la eficiencia y mejorar la productividad de lo que ya se ha hecho. Y estrictamente, está optimizando los roles y oportunidades en campos como la planificación, la logística, la supervisión de sistemas, la programación y la ingeniería de datos. El mercado laboral debe ajustarse a estas contribuciones y redeterminar el protagonismo de sus actores. Uno que seguramente será con menos ocupaciones tediosas y con más tiempo para tomar decisiones relevantes.


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La inteligencia artificial nunca reemplazará habilidades como la creatividad, la empatía, las emociones o la moral, entre otras cualidades que requieren de nuestra comprensión, intuición y juicio. Si bien es cierto que se basa en datos, su capacidad para aprender y adaptarse hace que podamos entrenarla para elecciones más cercanas a la ética. Elecciones que, seguramente con los años y dado lo exponencial de sus avances, serán reguladas con protocolos y acciones adecuadas. Y para las que también se necesitarán personas.

Otra mirada que suele acomplejar es que es una solución compleja de entender y por lo tanto, inalcanzable. Y es cierto, puede ser enorme y misteriosa, pero su adopción se está volviendo cada vez más accesible. Hay numerosas herramientas y plataformas de IA, así como apps y redes sociales que la están incorporando. Muchas veces nosotros sin saberlo. Están disponibles para personas y empresas de todos los tamaños, y no será raro cuando la oferta de la capacitación en habilidades relacionadas a ella esté en nuestros trabajos o con ocasión de otra gente.

Es importante decir que la inteligencia artificial no es infalible, indiscutible ni irrefutable. Puede cometer errores, sobre todo si se entrena con referencias sesgadas, incompletas, desordenadas o insuficientes. Eso hace que no pueda evitar la supervisión, en todas sus esferas, ya que la propia tecnología requiere el proceso de corregir lo equivocado y confirmar lo correcto para seguir creciendo. Tal como lo hacemos nosotros en nuestro día a día, en otras áreas en donde buscamos garantizar resultados favorables, correctos y precisos.

La IA no solo es una herramienta que acelera la innovación, sino que es un catalizador de la inventiva humana. Al automatizar tareas repetitivas y analíticas, nos libera tiempo y energía mental para labores más creativas, tácticas y estratégicas. En ese sentido, su utilidad puede significar soluciones más ingeniosas e innovadoras, con mayor acceso a información en cosa de segundos, por lo cual no deberíamos temer que nos limite, así como restringiéndonos o racionando lo que nos corresponde desde su llegada. Las oportunidades pueden ser infinitas, al igual que su expansión.

La idea de que puede predecir el futuro con certeza absoluta lleva a malentendidos sobre las capacidades reales de la inteligencia artificial. Puede generar predicciones precisas basadas en datos históricos y patrones observados, pero estas predicciones están limitadas por varios factores y no pueden considerarse certezas incuestionables. En eso pueden caer los elementos desactualizados y las suposiciones infundadas que se mantuvieron en el tiempo. Las variables impredecibles, como bien vimos con la pandemia, o la sensibilidad ante el contexto, al no tener una comprensión profunda de lo subyacente.

¿Hay que temerle a la inteligencia artificial? A mis ojos, no es una amenaza por la que debamos hacerlo. Hay que verla como una herramienta que puede mejorar nuestras vidas e industrias, siempre que trabajemos en conjunto con ética y responsabilidad. Y para lograrlo, aconsejo colaboración interdisciplinaria, educación y concientización pública, como también transparencia y ética en su uso.

El avance de la IA puede ser detenido, pero si tu usas la inteligencia Artificial...¡No hay quien te detenga!