Hace algunos días, el Coordinador Eléctrico Nacional entregó cifras actualizadas sobre la producción energética en el país. En lo que va del año, la participación de las Energías Renovables No Convencionales acumula un récord de 35,19% en la matriz, cifra aún mayor al 31,56% registrado en el mismo período de 2022 (que también fue un récord).
Gracias a la producción de fuentes solares y eólicas, que han crecido en un 17% y en un 10%, respectivamente, Chile se encamina hacia un mundo cada vez más sustentable. ¿Estamos en condiciones de colgarnos la medalla de oro en materia de energías limpias?.
El presidente Boric en el evento de los 20 años de Acera mencionó que las medallas entregadas en los juegos panamericanos llevaban grabadas un aerogenerador. La elección de ese símbolo no es casualidad: la participación de energías limpias en nuestro país supera el 58% cuando sumamos la generación hidroeléctrica convencional, un total destacable si consideramos el contexto mundial de crisis climática y la constante búsqueda de alternativas amigables con el medio ambiente.
El crecimiento del sector renovable en el sistema eléctrico nacional es sin duda una buena noticia, pero hay un problema que nos impide aprovechar al máximo sus capacidades y que tiene que ver con la falta de actualización de la normativa vigente. La regulación del mercado eléctrico en Chile no ha sufrido modificaciones en los últimos cuarenta años, ya que el modelo actual no consideró en sus inicios la fuerte irrupción en la matriz de fuentes de energía variable como la solar y la eólica.
Es más, hoy el mercado eléctrico nacional se basa en energías fósiles e hidráulicas, a las cuales asigna un costo de generación, a diferencia de la energía renovable, que marca precio cero en varias horas del día, lo que va en detrimento directo de las empresas generadoras de energía 100% renovables.
En la práctica, esto significa que de ese 35,19% de producción, cerca de la mitad termina perdiéndose, porque no existen redes de transmisión suficientes, lo que hace que las renovables no puedan inyectar la energía que producen en determinados momentos del día. Como consecuencia, deben venderla a un precio menor, lo que incurre no sólo en pérdidas económicas, también estamos desechando la oportunidad de que la matriz efectivamente sea más sustentable.
Esa misma sustentabilidad, es ahora un desafío global. A nivel internacional, también se está avanzando en la participación de energías limpias en la matriz. Si consideramos tecnologías solares, eólicas e hidroeléctricas, cifras de la Universidad de Oxford detallan que en 2022 la participación rondó el 87% en países como Brasil, 41% en Reino Unido, 31% en Argentina o 23% en Estados Unidos. Por el contrario, las fuentes fósiles llegaron en el último ejercicio a 63% en Argentina, 60% en Estados Unidos, 44% en Reino Unido y 11% en Brasil.
Hoy Chile tiene una ventana de oportunidad única para convertirse en un hub de energías limpias y referente para el resto de Latinoamérica. Están disponibles los recursos naturales y la estabilidad institucional. Pero para que eso suceda, si realmente queremos avanzar hacia una descarbonización responsable de la matriz y dar rápido avance a las obras de infraestructura que viabilicen el desarrollo de tecnologías limpias en el país, es urgente actualizar las normas que regulan el mercado eléctrico. Solo así el beneficio de las energías renovables será integral, tanto para el ecosistema como para las personas, con energía limpia, libre de CO2, resiliente y asequible para todos.