• 05 DIC DE 2024

Millennials al gobierno: los desafíos de Gabriel Boric

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Como ciudadanos salimos de un proceso de repetición política que partió con Bachelet y terminó con Piñera, ambos electos dos veces seguidas. Sumado a lo anterior, las prácticas de desprestigio de la política aumentaron -su visibilidad- en la década pasada, manchando gravemente la legitimidad de los últimos gobiernos. Caso Caval, Penta, Soquimich, la colusión del confort y las farmacias, movimiento No+AFP, LGTBQ, el movimiento feminista 8M, el movimiento ecologista, entre otros, generaron una asidua crítica y desconfianza de la institucionalidad. La palabra "abuso" cobró sentido en el imaginario colectivo del país, los "abusadores" que siendo parte de lo político, empezaban ahora a ser localizados. Estas fuerzas críticas fueron, de menos a más, presionando al Estado a dar una respuesta efectiva, pero su respuesta ante estas demandas estaba lejos de una incorporación real que satisficiera a aquellos "abusados". Este escenario de malestar a las instituciones y de mayor necesidad social movió a masas enteras a reclamar y exigir un cambio más urgente que los propuestos por el ejecutivo. La historia es conocida, después del estallido [como el hito histórico de la crítica contra el abuso de la política] y el plebiscito constitucional, llegó la pugna presidencial, donde una nueva generación, surgida de la crítica profunda al modelo liberal moderno [neoliberalismo] se hizo del poder.

El cambio generacional es evidente por todos lados, Sebastián "Tatán" Piñera con 72 años deja el mando con un 51% de desaprobación y un 14% de calificación "buena" de su gestión (Cadem, 2022). El segundo gobierno de Piñera (según Cadem) es el peor gobierno calificado luego del retorno a la democracia. Piñera se va de la presidencia ante una ciudadanía distinta, crítica y directa. Luego de la despedida llega lo nuevo, con toda la esperanza y ritualismo que esto trae, se instala Gabriel Boric, un millennial de 36 años que no duda en su discurso en incorporar todas aquellas injusticias del pasado, todos los asuntos no resueltos, toda persona o identidad desplazada por el olvido estatal. La promesa de esta nueva generación es grande, tiene a muchos ciudadanos expectantes y la disparidad con el pasado político es evidente. De Sebastián Piñera con un perfil de connotado hombre de negocios, oficina, mucho papeleo y suspicacia económica, hijo de un democratacristiano [perfil que derivó en ser elegido 2 veces presidente] pasamos a un presidente con rasgos de influencer, de trato suave y de una actitud conciliadora, al cual, como fue visto recientemente, un ministro Japonés le regaló un Pokémon. A ad portas del ciclo entrante, la izquierda frenteamplista de Boric & compañía [Giorgio Jackson, Camila Vallejo, Izkia Siches] como figuras protagonistas, se hicieron al mando del gobierno, cambiando con su reciente y autocelebrada llegada, la antigua estética política por una nueva más acorde a tiempos de redes sociales, de masas críticas y opinantes, al menos esa parece ser sus intenciones.

Sin embargo, los desafíos son complejos. Si bien el presidente apuesta por lograr un gobierno feminista, ecológico, de profundas reformas sociales, se encuentra con barreras políticas del propio acontecer actual. La crisis humanitaria de la Araucanía [tensión belicosa], la inmigración ilegal del norte y el manejo de la inflación galopante, serán parte de las principales acciones que deberá enfrentar su coalición de gobierno. No olvidar también la convención constituyente, que siendo criticada en algunos lados, funcionaría (en el caso de aplicar una buena gestión política en torno a ella) como un mecanismo normativo de descompresión del malestar social, a la vez de resolver contradicciones histórico/emocionales del país relacionadas a la antigua constitución. Fuera de estos temas más "urgentes", la situación del CAE [Crédito universitario que a muchos ha dejado de morosos, debido a los grandes montos de deuda] y la vida ecológica más sustentable, entre otras, son deudas que ciertos sectores de la población desean enmendar. La expectativa es alta y la promesa también, pero el ciudadano es distinto y a la más mínima muestra de ineficacia, este es capaz de hacerlo saber.  

Se inicia entonces una nueva etapa política, algunos hablan de "refundación" otros de "nuevo ciclo" o del "fin del modelo neoliberal", unos celebran, otros maldicen y otros son escépticos, lo cierto es que este es un periodo presidencial distinto, de nuevas formas estéticas y narrativas: el rompimiento del ciclo Bachelet/Piñera. La victoria de Boric marca un precedente con respecto a sus predecesores, impone con su llegada signos y rituales que hablan de tiempos nuevos. La incorporación de una escucha activa a las identidades grupales, la presencia de movimientos identitarios (como el feminismo, ecologismo) configuran desafíos ante un ciudadano nuevo, uno que reclama, que no es fácil de convencer y que de no satisfacer sus demandas no duda en criticar o movilizarse contra lo que le parece incorrecto, injusto o abusivo. Ante estos desafíos y promesas del nuevo gobierno de Gabriel Boric, será finalmente el ciudadano -y no las narrativas oficialistas- quien dirima el resultado de las acciones de esta generación millennial entrante. 


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