• 18 ABR DE 2024

Lo que el amor no funda el ego lo demanda

a_uno_1256571.jpg | Agencia Uno

En una relación todos podemos querer una adecuada atención sobre aspectos de nuestra vida que nos parecen merecedores de un poco del calor de otros, la diferencia está entre pedir y demandar

Una honesta “pedida” implica la posibilidad legítima de recibir un “si” o un “no” como respuesta, esto sin dañar el vínculo entre las parejas, o convivientes, ni generar un estado interno de tensión a alguna de las partes. Pedir se funda en la toma de conciencia de querer algo que requiere de un “otro” para completarse.

Demandar por su parte, también puede recibir un “si” o un “no” como respuesta, sin embargo, “la demanda”, a diferencia del “pedir”, no acepta un “no” como respuesta válida ni legítima. Es decir, algo vestido de “pedida” implica una deshonesta ilusión de alternativa, pues la demanda solo aceptará una de las posibilidades, la del “si”. Demandar se funda en la toma de conciencia de necesitar algo que requiere de un “otro” para completarse, y así aliviarse un poco, pero sin sanarse en profundo.

Pedir y demandar no es un simple ejercicio lingüístico, es una distinción que nos lleva desde la psicología a comprender que el que pide es libre, y vive vínculos en libertad, y quien demanda está sometido a una tiranía del ego que subyuga su vida, y lo obliga a que otro compense lo que se siente mal, y viene con el “me lo merezco”, y la frustración que deviene de la “injusticia” de no recibir lo que se demanda. Quien vive en la demanda no es libre, ni vive vínculos desde la libertad con el otro, quien demanda encierra al “otro” para su propio bienestar mal comprendido.


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La demanda es un signo inequívoco de que algo que el amor debía fundar no se logró, y esa posibilidad frustrada está en la génesis del demandar, es una “pedida obligada, urgente y rabiosa” pues la propia seguridad ontológica del individuo está en juego.

Cuando la demanda recibe un “si” se establece un aspecto vincular en donde el otro se ve obligado a mantener la satisfacción de lo demandado “siempre”, y vaya que eso es imposible en una relación en libertad entre, como dice Maturana, dos legítimos otros distintos, que danzan en la dinámica del converger y divergir en un fluir armónico.

Darnos cuenta de nuestras demandas como pareja, padres, amigos, colegas, etc. posibilita un camino de desarrollo personal útil para nuestro vivir en libre bienestar. Cada vez que demandemos algo a alguien podemos preguntarnos qué es “lo injusto” que impulsa nuestra demanda, descubrir esto es el camino a la comprensión, a una vida libre y a una posibilidad de restituir en presente lo que no se fundó en el pasado.