El sábado 6 de septiembre, a las 23:59 horas, Chile volverá a adelantar sus relojes en una hora para dar inicio al llamado "horario de verano". Si bien esta medida busca aprovechar la luz natural en las tardes, lo hace a costa de privarnos de luz en las mañanas, especialmente en el horario en que la mayoría de las personas se despierta para comenzar su jornada. Esta alteración, aparentemente simple, tiene consecuencias importantes para la salud individual y colectiva.
Desde el punto de vista de la cronobiología -disciplina que estudia cómo los organismos regulan sus ritmos biológicos en función del tiempo-, el cambio de hora representa una desincronización entre nuestro reloj interno y el reloj social. Es decir, se obliga al cuerpo a funcionar en un horario que no está alineado con las señales naturales del ambiente, en especial con la luz solar, que es uno de los principales sincronizadores de nuestros ritmos circadianos. Esta situación puede derivar en una serie de alteraciones fisiológicas, específicamente durante las primeras semanas posteriores al cambio.
¿Se adelantan o atrasan los relojes? Se acerca inminente cambio de hora en Chile
El Decreto 224 estableció los cambios horarios entre 2022 y 2026.
Luis Larrondo, director del Instituto Milenio de Biología Integrativa (iBio), explica que cuando forzamos a nuestro organismo a despertarse en condiciones de oscuridad se genera un"jet lag social", en el que el cuerpo aún no está biológicamente preparado para iniciar sus funciones diarias. Este desajuste puede manifestarse como fatiga, dificultades para conciliar el sueño, irritabilidad, disminución del rendimiento académico y laboral, episodios de ansiedad e incluso un aumento del riesgo de enfermedades cardiovasculares, y una mayor propención a accidentes de tránsito.
Además, estudios nacionales e internacionales han evidenciado que las alteraciones del reloj circadiano -especialmente cuando son frecuentes y sostenidas, como ocurre en trabajos por turnos- pueden contribuir al desarrollo de trastornos metabólicos, cuadros depresivos y, en casos más severos, a una mayor incidencia de ciertos tipos de cáncer. Aunque el cambio de hora ocurre solo dos veces al año, sus efectos no son menores, y su impacto es particularmente fuerte durante el paso al horario de verano, ya que implica adelantar artificialmente la hora de despertar, desalineándola con la salida natural del sol.
Síguenos en: 
Frente a este escenario, desde la comunidad científica se ha reiterado durante años que la mejor opción para la salud de la población es eliminar los cambios de hora y mantener un régimen único durante todo el año. Ese horario debiese ser el llamado horario estándar o "de invierno", ya que es el que mejor respeta el funcionamiento del reloj biológico humano al permitir que la mayoría de las personas despierte con luz natural, lo cual facilita la transición entre el sueño y la vigilia y promueve un mejor funcionamiento fisiológico.
¿Se puede mantener la rutina de sueño?
Aunque existen recomendaciones que pueden ayudar a mitigar en parte los efectos del cambio -como mantener una rutina de sueño regular, reducir el uso de pantallas antes de dormir y priorizar la exposición a luz natural por las mañanas-, Larrondo insiste en que estas son medidas paliativas frente a una política que ya debiese ser reevaluada. Para el investigador, tomar decisiones que afectan directamente la salud sin considerar la evidencia científica disponible representa un error, específicamente cuando existen décadas de estudios moleculares, clínicos, conductuales y estadísticos que respaldan una postura clara: los cambios de hora son innecesarios y perjudiciales.
Por ello, el especialista del iBio hace un llamado a retomar un debate informado y serio, donde participen los actores relevantes y donde la ciencia tenga un rol protagónico. "Solo así se podrán construir políticas públicas que estén realmente alineadas con las necesidades del bienestar colectivo y el conocimiento científico disponible", asegura, agregando que "a todos les resultaría chocante una regulación que determinara que la entrada a los colegios es a las 7, y no a las 8 AM. Parte de los argumentos para estar en contra sería que habría que levantarse a oscuras, y que los niños estarían más dormidos que despiertos. Bueno, con el cambio al horario de verano, sobre todo al hacerlo en estas fechas, es exactamente lo que estamos haciendo: forzar a los más pequeños a llegar somnolientos a clases".