"Ahí donde llega todo y donde todo comienza, canto que ha sido valiente siempre será canción nueva", proclamaba Victor Jara, cantautor que hasta el día de hoy acompaña la historia con su guitarra y que fue torturado y asesinado por 44 balas militares, el 16 de septiembre de 1973.
Por esa misma fecha, los grupos musicales Inti-llimani y Quilapayún se encontraban de gira por Europa. No retornarían hasta apoyar la campaña por el No al dictador Augusto Pinochet, en el plebiscito convocado para el 5 de octubre de 1988.
Las calles del país, que antes del Golpe de Estado habían sido musicalizadas con folklore y consignas sobre unión y justicia social, sintieron la ausencia de estos músicos y varios más, como Patricio Manns y Ángel Parra.
Pero a pesar de la orfandad que dejó la violenta retirada de escena de los integrantes de la Nueva Canción Chilena, la música seguía sonando en peñas y recovecos en dónde jóvenes recién salidos del liceo y universitarios tomaron la posta y algo tuvieron que decir de la democracia perdida y de la convulsión social que se vivía.
Figuras que provenían de La Nueva Canción Chilena, como Osvaldo Torres (fundador del grupo Illapu), Payo Grondona, Nano Acevedo; conjuntos como Santiago del Nuevo Extremo, Abril, Aquelarre, Ortiga y el dúo valdiviano Schwenke y Nilo; y solistas como Eduardo Peralta, Hugo Moraga, Isabel Aldunate, Cristina González, Juan Carlos Pérez, entre otros, dieron vida al movimiento que se denominó Canto Nuevo.
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Resistir la censura
Durante la dictadura de Augusto Pinochet, la Junta Militar tenía la tarea de supervisar todo tipo de expresión cultural, con el fin de no permitir que se desarrollara contenido que pudiera ser considerado subversivo para el régimen. Los artistas que pudieron continuar con su carrera tuvieron que adaptar sus letras y hasta sus ritmos.
Según analiza Edgard "Galo" Ugarte, Licenciado en Teoría de la Música de la Universidad de Chile, el nuevo canto, en su mayoría, dejó de lado la raíz folclórica -que era asociada a la Nueva Canción Chilena- y optó por una apuesta más urbana, inspirada en la trova, que tenía presentes tintes de jazz y en algunos casos elementos del pop.
A pesar de la represión de ese entonces, los expositores del Canto Nuevo lograron hacer denuncia social y críticas al régimen mediante sus canciones, adoptando muchas veces recursos poéticos que lograron pasar los filtros de la Junta.
Ejemplo de esto, es un fragmento de "La culpa es de la historia", de Schwenke & Nilo (1983): "Todo es continuo como una línea recta. Y si a la vuelta me encuentras detenido, no es por mi culpa, la culpa es de la historia".
El encuentro
Mientras que en las radios se instalaban canciones comerciales en inglés y se intentaba así unificar los gustos musicales con los de los países anglosajones, ciertos espacios surgieron, como resistencia, de la tradición popular chilena.
Las peñas, que habían surgido en la década de los 60, fueron consideradas como bastiones de la lucha cultural. "Doña Javiera", del cantautor Nano Acevedo, se inauguró en 1975 y está considerada como la primera en surgir después del Golpe.
Posteriormente, se crearon "La Fragua", "El yugo", "La Parra", "La peña de Nano Parra", entre otras.
"Nada es y ha sido comparable a las noches de la peña valiente y magnífica que creamos con amor y pasión a comienzos de la década del 70; nada ha sido tan gratificante como esos años de crear y poner sobre el día nuestra vida si era preciso, sencillamente por la música eterna de la libertad; un tablado en mitad del miedo que resistió con valor y audacia los años de la sinrazón. La 'Javiera' constituyó un baluarte donde el Canto Nuevo diseminó la semilla libertaria en poemas, canciones, pinturas, obras de teatro, festivales, maratones culturales, y todo tipo de actividades con un elenco imposible de conseguir por estos días...", expresó Nano Acevedo en 2013, para una entrevista con Cactuscultural.cl.
Con el tiempo, las peñas fueron reemplazadas por lugares de encuentros culturales, como "Café Ulm", "La Casona de San Isidro", Bar "El jardín", "La Casa del Cantor", la Casa Kamarundi, "El Rincón de Azócar" y "El Café del Cerro".
Vale destacar que, al igual que estos espacios, también fueron relevantes para el desarrollo de este movimiento las actividades parroquiales y los encuentros universitarios.
Sellado en la historia
Aunque los medios tradicionales no solían replicar las canciones del Canto Nuevo y sus espacios eran más bien marginales, hubo ciertos lugares que apostaron por incluirlos en sus parrillas. Es el caso del programa "Nuestro canto", de radio Chilena, conducido por Miguel Davagnino, y "Hecho en Chile", de radio Galaxia, conducido por Sergio Pirincho Cárcamo.
Asimismo, esta generación de artistas logró pasar a la industria musical de la mano de Ricardo García, creador y director del sello discográfico Alerce.
Fue en el año 1979 que se produjo el disco larga duración "El canto nuevo", que recopiló a distintos cantantes y dio paso al nombre del movimiento.
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A recordar
De acuerdo a las fuentes de la Biblioteca Nacional de Chile, el Canto Nuevo fue desapareciendo durante el transcurso de la década de los 80.
Hoy, a 50 años del Golpe de Estado que remeció la historia de Chile, se hace necesario mantener en la memoria los movimientos que denunciaron el terror del régimen y que colaboraron con el desarrollo de la música nacional en períodos tan adversos.
En palabras de Luis Le-Bert, compositor y cantautor del grupo musical chileno Santiago del Nuevo Extremo (Revista Planeo, 2016), "en el Museo de la Memoria hay un muro que dice: 'las canciones son las que cuentan la historia'. Pero en Chile hay una historia de pendientes que tiene que ver con el terror. Cuando se presenta la Nueva Canción Chilena se saltan todo un periodo de la historia. Parten con la Violeta Parra, Quilapayún, Intillimani Histórico y, saltándose 30 años de historia musical, presentan lo que queda de Los Tres, Manuel García y una manga de poperos que se disfrazan de revolucionarios. Al final siempre hay una tergiversación de la historia".