Dicen que para amar a otros, primero hay que quererse a uno mismo. Por mucho tiempo no lo creí así y entregaba todo el amor que tenía siempre al resto, olvidándome de mí. El camino hacia quererme, no ha sido fácil, pero sin duda es algo que estoy disfrutando.
Hay diferentes amores en la vida: la amistad, el amor a nuestros hijos, el amor romántico y el amor propio. Hoy me gustaría hablar un poco sobre este último. Muchas veces, cuando uno decide formar una vida con otra persona, todos nuestros proyectos se vuelven uno y de pasar a ser dos personas individuales, pasamos a ser uno solo. En este camino a veces uno se olvida de sus metas, proyectos y hasta de quererse a uno misma.
Como ustedes ya saben, hace un tiempo decidí seguir mi camino por mi cuenta, y por primera vez me enfrenté a que todas las obligaciones de lo que había formado recayeran única y exclusivamente en mí. Chiquillas, las que han sido dueñas de casa por años me entenderán, pero en ese momento sentía tantas inseguridades de creer que tal vez no podría sola; pero ahí estaba yo, sentada al borde de mi cama obligándome a poder, no solo por mí, sino por los sentimientos de todos los que ahora dependían de mí.
En el proceso me di cuenta que era una afortunada de poder empezar de 0, trabajando en lo que realmente me gustaba y así fue como me dije a mí misma "tú también puedes, eres capaz". Al siguiente día me sequé las lágrimas, me arreglé y salí a trabajar en todo lo que alguna vez había rechazado. Y sí, expuse mi vida públicamente, pero quisiera o no ya lo estaba y era la manera de poder salir adelante.
En este difícil camino aprendí que sí podía, que me gustaba ser independiente. Me enamoré de volver a trabajar y volver a ser la mujer que alguna vez fui. Con cada paso que daba me sentía cada vez más capaz y poco a poco volvía ese amor propio que alguna vez perdí.
Después de casi dos años, puedo decir que soy una mujer totalmente independiente, soy mamá, dueña de casa 24/7 y además trabajo en millones de cosas. Literalmente corro todo el día, pero al final del día me encanta. He aprendido que hay veces que no hay que torcerle la mano al destino, porque cuando las cosas tienen que pasar, siempre es por algo. Y aunque a veces existan situaciones que me hagan dudar, hoy me cuestiono mucho si volvería a dejar mi libertad por alguien más.