Gracias a la vida hace algunas semanas, tuve la valiosa oportunidad de compartir con dos comunidades educativas en Santiago, la Escuela Villa Macul Academia y el Colegio Trewhelas de Providencia. Como siempre, fue una instancia colaborativa y participativa en ambos contextos, tan diversos, pero tan nutritivos y de los que siempre me llevo un nuevo aprendizaje en mi mochila. Lo que quiero compartir con ustedes esta semana es la riqueza de hablar estos temas entre diferentes apoderados y equipos directivos y docentes de los establecimientos educativos, conversando abiertamente acerca de los riesgos y beneficios de la tecnología y discutiendo lo que a todos los adultos nos cuesta "desconectar" para comunicarnos con nuestros niños y niñas, ya sea en el ámbito familiar o en el educativo. Esto humaniza a los y las docentes y los y las cuidadores principales, reconociendo que estamos en la misma "sopa", sin caretas, aludiendo a que a todos y todas nos cuesta asumir nuestra propia poca capacidad de regulación con nuestros móviles.
Casi a la par, avanza la legislación en Chile que regula el uso de celulares en los establecimientos educativos. Lo triste es que no ésta no prohíbe el uso en niños y niñas de jardines infantiles. Precisamente, en las conversaciones con las comunidades educativas aparecen reflexiones asociadas a que "prohibir o regular es malo", "cada familia hace lo que quiere" y comentarios de esta índole, los cuales si bien dan cuenta de la diversidad de las familias, no se coteja con todas las investigaciones nacionales e internacionales, que sí muestran que parece ser un camino, al no contar los y las docentes y los apoderados, con una adecuada alfabetización digital, que posibite que el niño, niña o adolescente use la tecnología a favor sus procesos de aprendizaje y su salud mental, y no en contra. Lamentablemente la evidencia indica que la entrega promedio de celular en Chile con internet es a niño/as de 8 años, aparecen relatos de educadores iniciales que aprecian la desregulación emocional con la que llegan los niño/as, cuando lo/as cuidadores lo/as dejan en el sistema escolar, en donde no hay uso del "chupete digital". También desde las experiencias de docentes cercanos, incluso en el ámbito universitario, éstos afirman que les cuesta mucho que los y las estudiantes capten la atención y dejen internet, incluso utilizando metodologías de enseñanza-aprendizaje activas. Desde este lugar, reflexioné en relación a lo que implica con-vivir, recordando a Humberto Maturana y pensando en lo necesario de compartir marcos de refencia comunes y consensuados con quienes compartimos el mundo, versus el creciente individualismo imperante y el escaso espacio a la reflexión colectiva, comunitaria y crítica, basada en la evidencia, exenta de autocomplacencia. Para tomar una postura, además de buscar información en fuentes confiables, las y los invito a generar reflexiones propias, que aporten a la discusión y le permitan tomar las mejores decisiones, ya sea en los espacios familiares, comunidades educativas e incluso sistemas laborales. Como adulto cuidador:/a ¿Soy capaz de yo mismo regular mi tiempo en internet?, ¿No me pasa que veo un mensaje y deseo contestar inmediatamente?, ¿Puedo pasar un día de mi vida sin ver RRSS?, ¿Conozco las plataformas a las que mis niño/as y adolescentes acceden?, ¿Sé con quiénes juega en línea?, ¿Estoy al tanto de si mi hijo/a tiene IG y con quién habla?, ¿Es un tema en el cual todos los adultos que criamos lo hemos conversado y tenemos la misma mirada? ... la verdad es que las preguntas son infinitas, pero si alguna de ellas le hizo sentido o todas, los y las invito a tomar decisiones en relación sus respuestas. Nunca es tarde para relevar estos temas entre quienes criamos. ¡Por una infancia y adolescencia más saludable!
Viviana Tartakowsky Pezoa. Directora Escuela de Psicología Universidad Bernardo O´Higgins