Ya han pasado cuatro años desde que el Sence anunció la eliminación de la barrera de edad máxima que establecía para ingresar a su oferta de cursos. Los currículums vitae de las personas cada vez más omiten la fecha de nacimiento, y en las compañías podría ser una tónica constante que lo cano de un cabello fuera sólo sinónimo de experiencia.
Diversos estudios de la Cepal aseguran que en Latinoamérica un importante porcentaje de adultos mayores sigue en una empresa más allá del límite de su jubilación. No obstante, esto último va de la mano con diversos motivos: la necesidad salarial ante una pensión precaria o las ganas de una persona de continuar inmersa en un mundo laboral, pues está
convencida de que aún tiene herramientas para aportar, más allá de su remuneración.
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El tema tomó tanta relevancia al interior de la Cepal que lo plasmó en el Consejo de Derechos Humanos de las Naciones Unidas: en un abrir y cerrar de ojos la ONU designó a una experta independiente para monitorear el acceso de este grupo etario al derecho al trabajo y a la protección social.
En Fastco Group estamos convencidos de que la tercera edad – que en Chile representa al 18% de la población, según el Censo del 2020- tiene mucho que entregar. En nuestra sucursal en Chile, por ejemplo, hay 22 mujeres y 19 varones contratados de más de 60 años, lo que se repite en Perú y Colombia, donde también existen 2 mujeres en la planta de empleados que superan esa barrera de edad.
Este segmento etario hace funcionar de manera óptima a un equipo con otras edades y el clima laboral se incrementa con fluidez. Y como nuestra prioridad siempre será el cliente, sabemos -de acuerdo con uno de los últimos estudios de Laborum- que el adulto mayor tiene una habilidad especial para satisfacerle sus necesidades y manejar conflictos.
Las puertas están abiertas a ellos, siempre serán un aporte, pero con una adecuada capacitación con el propósito de que estén a la par con las nuevas tecnologías.
