Es probable que más de alguna vez haya leído o escuchado que la mezcla de alcohol con ciertos medicamentos podría provocar náuseas, vómitos, cefaleas, disminución de los reflejos, desmayos o pérdida de la coordinación motora. También podría ponerlo en riesgo de sufrir hemorragias internas, problemas al corazón y dificultades respiratorias. Además de estos peligros, el alcohol puede disminuir el efecto terapéutico del medicamento o bien anularlo por completo y convertirlo por ejemplo en algo tóxico para el organismo.
Citando algunas de las interacciones más relevantes que se producen en el consumo de medicamentos y alcohol se puede comentar que en el caso de consumo de AINEs como el Ibuprofeno, Diclofenaco, Ketoprofeno, Ketorolaco, entre otros, aumenta el riego de generar gastropatías e inclusive llegar a producir hemorragias gastrointestinales. Lo mismo ocurre con el consumo de Paracetamol, que sumado al aumento de incidencia de reacciones adversas gástricas se suma el potencial daño que se pude producir en el hígado, fenómeno conocido como efecto hepatotóxico.
En estos tiempos en los cuales el consumo de medicamentos antidepresivos y ansiolíticos se ha visto en aumento, es de extrema importancia sanitaria que el público conozca los riesgos potenciales del consumo de alcohol en conjunto con estos fármacos. Por ejemplo, todos los ansiolíticos e hipnóticos del grupo de las benzodiazepinas (Alprazolam, Clonazepam, Lorazepam) pueden inducir una depresión severa del sistema nervioso central si se administran en conjunto con alcohol, llegando incluso a producir depresión respiratoria si las dosis consumidas son elevadas.
Lo mismo ocurre con el consumo de antidepresivos como el Escitalopram, donde también se observa un aumento del efecto depresor central. Mismo efecto encontrado entre el consumo concomitante de alcohol con Quetiapina, un medicamento muy utilizado hoy en día por Psiquiatras y Neurólogos por su efecto hipnótico y tranquilizante. No puedo dejar de recalcar que este efecto depresor central también se puede producir al consumir antialérgicos tan comunes como la Clorfenamina, principio activo presente en la mayoría de los antigripales.
El consumo de antibióticos y alcohol pueden causar efectos secundarios como malestar estomacal, mareos y somnolencia. Además, en algunos casos disminuir el efecto del antibiótico con la respectiva perdida de la eficacia en la antibioterapia. Algunos antibióticos como el Metronidazol y el Cotrimoxazol no deben mezclarse con el alcohol porque pueden provocar una reacción más grave. El consumo de cualquier cantidad de alcohol con estos medicamentos puede provocar efectos secundarios como ruborización, dolor de cabeza, náuseas y vómitos, y una rápida frecuencia cardíaca, efecto conocido como Disulfiram o Antabus.
Las personas mayores, particularmente, corren más riesgo de sufrir reacciones adversas debido a las interacciones entre el alcohol y los medicamentos. El proceso del envejecimiento disminuye la velocidad con la que el cuerpo metaboliza el alcohol, por lo que este permanece en el sistema por más tiempo. Usualmente, son las personas mayores quienes toman medicamentos que pueden interactuar con el alcohol; de hecho, por lo general, toman más de uno.