• 06 MAR DE 2025

A cinco años de la llegada del Covid-19: Santiago en 100 Palabras presenta una selección de cuentos pandémicos

Santiago en 100 palabras | Cedida

Esta veintena de relatos breves, escritos entre 2020 y 2023, capturan los testimonios de quienes encontraron en la escritura una forma de procesar el impacto de una crisis que cambió el mundo para siempre.

Han pasado cinco años desde que se confirmó el primer caso de COVID-19 en Chile, hito que marcó el inicio de una pandemia que mantuvo al mundo en cuarentena, aislamiento y constante incertidumbre.

La pandemia transformó nuestras vidas, dejó pérdidas irreparables y alteró la rutina diaria de millones de personas por años. Para muchos, escribir se convirtió en un refugio para enfrentar los desafíos del encierro y los toques de queda, un espacio de reflexión y de desahogo.

Revisa aquí nuestra selección de los mejores cuentos que representaron esta etapa que marcó la historia de la humanidad.

Casi sin pensar (un día de pandemia) (2020)

Siete treinta: parto al hospital, con mascarilla. Ocho treinta, recibo turno: todos tranquilos, excepto el de la uno. Es mediodía y todo mal, el señor de la uno respira muy mal. Son las seis y confirmado: no hay ventilador ni UCI para el de la uno. Entrego turno. El señor de la uno me mira, los ojos más muertos que vivos. Parto a casa, hace frío. Las nueve: nos aplauden, ecos sueltos en lo oscuro. Como algo, solo. Las doce: leo un cuento de Onetti y duermo, sin pensar en el señor de la uno. Bueno, casi sin pensar.


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José Peña Durán, 36, Providencia.

Covid-33 (2020)

Marzo 2033, la historia se repite. Santiago desde las alturas se ve como un inmenso desierto con gigantescos cactus de concreto y vidrio. Construcciones absolutamente autosustentables con todo lo necesario para no salir nunca. Soy afortunado de vivir aquí. El 2020 fue sólo una advertencia y las lecciones que creímos aprender se olvidaron pronto. El 2024 el virus fue devastador. La forma de hacer arquitectura y vivir cambió para siempre. Dicen que el covid-33 es diez veces más letal. Suenan las alarmas, tenemos que ingresar rápido a nuestras cápsulas de sueño. Nos miramos, nos abrazamos. Esta vez será para largo.

Ignacio León Parada, 49 años, Las Condes.

Cuarenta por ciento (2020)

Cierro la puerta y cuelgo la mascarilla. En mi camino al baño la tele acusa una nueva polémica entre los alcaldes y el ministro. La tetera silba y me sirvo mi sopa instantánea. El presidente anunciará una nueva medida, avisa la animadora. «Esta vez sí», me digo apretando los puños. «Sesenta por ciento más pobre», le oigo decir una vez más. Nada de nada, otra medida que me deja fuera, pienso. Me levanto resignado, tomo mi mascarilla y cierro la puerta tras de mí. Sopa instantánea será también esta noche. Bueno, al menos soy del cuarenta por ciento más rico.

Luis Macía Macía, 28, Peñalolén. 

Sin discriminar pulmones (2020)

Se escucha el susurro del canto en créole atravesar la mascarilla. Sobre su pelo una bandera de Haití juega a ser el pañuelo que le cubre la cabellera. Mete la mano a la bolsa y saca ajos, los pela uno a uno sentada en una banquita en el barrio Franklin, tan lejos de su familia, tan distante de Puerto Príncipe, en medio de una pandemia que estrangula los pulmones sin discriminar a nadie.

Erika Silva Urbano, 46, Pedro Aguirre Cerda.

Influencer (2020)

Desde su casa, se ha vuelto cotidiano para la señora Noelia compartir con sus seguidores de Instagram sus «en vivo» preparando algunas recetas de cocina dos días a la semana. También enseña a bordar los días martes, creando maravillosas mascarillas estampadas para salir con glamour los días jueves, con todas sus nuevas amistades. Ahora, en tiempos de cuarentena, tiene más amigos que en el club de adultos mayores que frecuentaba y, en el encierro, recibe más cariño que el de sus hijos. La señora Noelia se siente más regia y conocida que la Tonka con su propio matinal.

Alejandra Vallejos Navarro, 30, San Miguel.

La tos (2020)

Llegó tarde y saludó de lejos sin mucho afán. El gato lo miró indiferente cuando se cruzó con él y por un momento no recordó su nombre. Camino al baño se despojó de su ropa, mascarilla y gafas protectoras. Una vez desnudo se metió bajo la ducha y al fin, bajo el ruido del agua resbalando por su cabeza y las preguntas del niño inquieto tras de la puerta, pudo largarse a toser sin sentirse culpable.

Juan Carlos González Mancilla, 54, Puente Alto.

Mascarilla (2020)

Al principio, en el vagón todavía repleto, sólo se levantó las solapas, con un poco de vergüenza, como si el bicho fuera un vampiro presto a zambullirse en su yugular. Al otro día, en un vagón más holgado, se llevó su bufanda más grande al cuello, como una boa de charlatán de feria. Cuando se atrevió con la mascarilla ya el resto de los pasajeros parecía un equipo médico en ese vagón que semejaba un quirófano. Ahora se conformaba con entrever, por la reducida ventanilla del tan reducido vagón que lo aprisionaba tendido boca arriba, rostros, mascarillas, flores y velas.

Demetrio Psijas Pizarro, 54, Lo Espejo. 

Deporte en cuarentena (2022)

Entra en la escalera, prende la luz, se saca la mascarilla y empieza a subir la gran torre. Cada cuatro pisos, la luz se apaga y él, a tientas, la vuelve a encender. En el piso 12, decide que no necesita ver y deja de prender la luz. El tiempo se vuelve el tiempo de una cueva. Al rato, ya no sabe en qué piso está y piensa que tal vez la vida es eso, subir una escalera oscura. Cuando sale a la azotea, Santiago se despliega como si fuera un sueño. Enceguecido y jadeante, experimenta algo parecido a nacer.

Pablo Rojas Marchini, 50, La Reina.

Colegio online (2020)

Despertar a las nueve, desayunar mientras estudio. A las once hacerle clases a mi hermano y ayudarle con sus veinte tareas semanales. Ya son las una, debo darle almuerzo a mi hermano chico y terminar el trabajo que debo enviar a las dos. «¡Hora de almorzar!» Tengo que hacer las otras diez tareas que enviaron hoy, no entiendo nada. Me está costando respirar, estoy dejando de comer y no puedo escribir porque mi mano tiembla. El wifi se cayó, me van a bajar la nota del trabajo. Enciendo la tele: «Se está evaluando cancelar año escolar». Estoy llorando, no aguanto.

Antonia Peñaloza Vidal, 17 años, Conchalí.

Cumpleaños (2020)

Como todos los años, al fin estábamos todos reunidos. Nos pusimos al día, nos reímos un rato, teníamos cositas para picar, abrimos unas cervezas, algunos tomaron pisco y otros pura bebida. En fin, ya era hora, prendieron las velas, cantamos súper descoordinados el cumpleaños feliz, soplaron las velas, aplaudimos, y mi tía aún no podía activar el audio.

Felipe Ojeda González, 29 años, Santiago.

Otro día de la marmota (2020)

Mi hermano estaba en su pieza, teletrabajando, así que sólo me asomé y le dije: «Pancho, ¿hai cachado que esto de la cuarentena es como El día de la marmota?». «¿El día de la marmota?», respondió, «¿Qué es eso?». «Es una película de un loco que vive todos los días el mismo día.» «Creo que ya me lo contaste.» «Tení razón, creo que te lo conté el martes.» «Si po, lo contaste el jueves. Pero bueno, tampoco es tan importante, si al final todos los días son iguales, como los de la película El día de la marmota, ¿la cachái?»

Roberto Arance Ibieta, 25 años, Las Condes. 

Aparición (2020)

De tanto lavarme las manos, me apareció el teléfono de la Trini, anotado en el 2017, el día en que nos conocimos.

Félix Venegas Barrera, 50 años, Santiago.

Teletrabajo (2020)

Sentía un dolor punzante en la espalda, cosquilleo en los dedos, tiritones en las muñecas, compresión en la cabeza y un adormecimiento en las piernas. Ya ni siquiera reconocía esa habitación. Muchas horas habían pasado desde que estaba sentada frente al computador. De pronto, una voz chillona del otro lado la sacó de su atolondramiento: «Profe, la veo pixelada».

Karla Calderón Yevenes, 36 años, La Florida.

Mala señal (2020)

No, no se pudo. Nos lo pasaron envuelto en una bolsa. Sellado. No le vimos la cara. Es infeccioso, nos dijeron. Yo no sabía que un muerto podía matar. Éramos cuatro contando al cura, pero vi varios grupos como el nuestro en el Cementerio General. Todos con mascarillas. Tu mamá llevó un iPad que le prestó la vecina. Así le mostramos el abuelo a la abuela para que se despidiera. La señal era más o menos. A ratos el video se pegaba.

Simón López Trujillo, 25 años, Ñuñoa.

Nueva normalidad (2020)

Ando sin sostén en mi casa, me paseo en calzones por el living, sin el apuro de estar a las 7 en el metro porque si lo tomo a las 7:05 llego atrasada. Tomo té de la misma taza varias veces al día y con la misma bolsita, porque me da flojera abrir otra. Duermo con las cortinas abiertas para que cuando amanezca el sol sea mi despertador natural, el mío ya lo desactivé hace meses. Me ducho con la puerta del baño abierta y me lavo lo dientes mientras elijo qué ropa que no combina me pongo hoy.

Joselin Navarrete Cerpa, 31 años, La Cisterna.

Inventario promedio de cuarentena de un santiaguino (2020)

Cuarenta videollamadas. Veintidós sensaciones de síntomas de covid-19 (falsos). Veinte chocolates y dulces (todas las marcas). Quince pedidos de comida delivery. Trece carcajadas, cinco llantos inconsolables. Siete películas y cuatro series en Netflix. Cuatro noches en vela. Nuevas amistades: dos vecinos y un amigo por Instagram. Habilidades: pan amasado (tres intentos, uno quemado), idiomas (1,5 aprendidos), tejidos (un chaleco, dos bufandas), queques (distintos sabores). Tres aplausos desde balcón/ patio por los trabajadores de la salud. Tres temblores, uno nocturno. Dos maullidos felinos en la madrugada. Un cacerolazo.

Macarena Rojas Ubilla, 32 años, Providencia.

Protocolo (2021)

Me tomó la temperatura corporal y me roció alcohol en las manos. Luego me miró fijamente y me dijo que habíamos terminado.

Gonzalo Alonso Valdés, 49 años, Chillán.

Régimen de visitas (2022)

Los días de cuarentena, a las seis de la tarde vía Zoom, mi corazón se ilumina: «Hola, hijo: ¿cómo estás?».

Gonzalo Bustamante Muñoz, 45 años, Santiago.

Fin de la cuarentena (2022)

Grandes titulares en diarios y noticieros. Finalmente, terminaba la dolorosa cuarentena y todos celebraban. La viejita feliz abrió las ventanas para respirar el aire fresco, una vez más limpió su casa y vistió su mejor traje. Peinó sus cabellos blancos y se puso unas gotas del poco perfume que quedaba en el frasco. En su sillón, sentada, anhelaba las visitas que nunca llegarían. Esperando, sus manos tejían una invisible tela de sueños y esperanzas. Como tantos días, la sorprendió la noche mirando a través de los visillos. No había gran diferencia entre cuarentenas y libertad.

Ada Meynard Elgueta, 77 años, La Reina.

Clases presenciales (2022)

Y ya no puedo cerrar sesión cada vez que el profesor pregunta cómo estamos.

Yasna Alfaro Palma, 26 años, Maipú. 

Cindy sigue en cuarentena (2023)

La señora Amelia quedó viuda hace tres años, acompañada de Cindy, su perrita que también está entrada en años. Viven cada uno de sus días temiendo que una de ellas pueda morir como don Anselmo, que se lo llevó el covid y a nadie le importó eso hasta el día de hoy. La única que se preocupa por su existencia, al igual que en cuarentena, es la señora Marisol, amorosa vecina que sigue con su olla común afrontando el día a día y alimentando a los viejos de la villa.

Bernarda Orrego Maya, 53 años, Villa Alemana.