Fito Paez realizó el primero de sus conciertos en Chile con los que vino a celebrar los 30 años de su disco "El amor después del amor"
Fito Paez tenía 29 años cuando lanzó el disco “El amor después del amor”, el que sin dudas es el más exitoso de su carrera. 30 años después decidió hacer una gira para celebrarlo (tal como hizo cuando el disco cumplió 20 años) y en medio de esa celebración fue que la noche del 2 de diciembre de 2022 el tour lo trajo hasta el Movistar Arena de Santiago de Chile.
Pulcro y eléctrico como siempre fue que Paez arrojó sobre el escenario un concierto rotundo que, en poco más de dos horas, dejó de manifiesto que las canciones que conforman “El amor después del amor” tienen una vigencia incalculable, y siguen ahí, frescas y jóvenes como en el 92.
Y es que digamos que con tres décadas en el cuerpo, son pocos los discos que pueden presumir con tanta elegancia el seguir siendo contundentes, sin embargo las 14 canciones del disco, tal como los 14 versos de un soneto, no han perdido consistencia con el paso de los años y permanecen estando en pie soportando firmes la estructura que justifica el puesto del "disco más vendido del rock argentino".
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Quizá lo más difícil de lograr en una obra artística es la permanencia, y en ese sentido es que "El amor después" de amor sigue sorprendiendo porque ha pasado a ser parte de los discos que (permíteme el cliché) “forman parte de la banda sonora de nuestras vidas”.
Yo por ejemplo no sé cuándo fue la primera vez que escuché tal o cual canción del disco, sin embargo con cada una aparece un recuerdo del noventaitantos, un amor correspondido, un viaje en bus, una graduación escolar donde alguien pensó que “Brillante sobre el Mic” era una hermosa manera de decir adiós.
Lo que quiero decir con esto es que este disco, sobre todo si tienes más de 30 años, a estas alturas es un episodio musical de tu propia vida. Porque independiente de que seas fan de Fito o no lo seas, aquellas canciones que de tanto escucharlas de repente se convierten en lo más importante de nuestros recuerdos. A veces mejor que el recuerdo mismo.
En el show de anoche Fito fue generoso y astuto, porque no solo se limitó a revisar de principio a fin las canciones que nos convocaron, sino que además agregó 8 versiones clásicas de su repertorio para dejar también un poco de toda su carrera con piezas como “11 y 6” o “Mariposa Tecnicolor” que solo le dieron categoría y régimen a una noche que de puro buena salió perfecta.
Fito sabe hacer las cosas bien. De eso no hay duda.
El amor 30 años después del amor: el show
Con el paso de los años Fito Paez ha ido ganando poco a poco un público duro que se lo banca como uno se banca a su equipo de fútbol. Y esto que digo viene de la mano quizá con esa sensación que siempre está rozando la superficie de cualquier conversación en torno a la figura de Paez porque uno sabe que si se lo menciona alguien en algún momento arrisca la nariz y dice “a mí me gusta Charly”, como si fuera poco posible que te gusten ambos.
Y entonces uno comprende que Fito es como Rosario Central y Charly García sería River Plate, donde te pueden llegar a gustar ambos pero es poco probable que te vayan a apasionar completamente sin elegir uno de ellos.
Párrafo aparte: claramente el Indio Solari es Boca Juniors, no podía dejar de decirlo.
Dentro de ese contexto de público amante de su equipo favorito fue que el auditorio del Parque O´Higgins anoche se vistió con los multicolores de la escuadra de Fito para ver jugar un clásico, y eso se notó desde el minuto uno.
A las nueve de la noche con quince el show arrancó cuando se escucharon los primeros acordes de la canción que le dio nombre al disco. Todos cantamos con alegría y pasión como lo hicimos toda la noche. Porque a ver, seamos honestos, a estas alturas... ¿Quién no se sabe completa alguna de las canciones de “El amor después del amor”?.
Y en esa dinámica de recordar y cantar fueron pasando una tras otra las canciones del disco, mientras Fito jugaba ese rol maravilloso de ser el director meticuloso de su propia orquesta para entregar cada pieza con una dedicación propia de un chef que no deja pasar ni un solo plato por la puerta que divide la cocina con el comedor sin antes darle un toque de especias, de acomodar con pinzas el decorado o, simplemente, dar el visto bueno tras comprobar que la perfección de cada canción estaba en su punto.
A quienes fuimos invitados de prensa, como es mi caso, lamentablemente nos tocó en esta oportunidad una ubicación muy poco favorable que se llama “platea baja con vista parcial”, que quiere decir que quedas a un costado del escenario casi de frente al público. Lo malo de esto es que se escucha muy mal, y las voces de los artistas se distorsionan al punto de no poder entender lo que dicen. De modo que si Fito habló entre canciones yo no me enteré de lo que dijo, porque se le escuchaba como a la profesora de Snoopy. Sin embargo (y acá me pongo el traje de conformismo que hay que ponerse a veces en la vida) lo bueno de estar en esta posición fue que con la vista parcial no veíamos la propuesta del show, pero sí podíamos ver al ser humano Fito Paez sobre el escenario en su plenitud.
Y observarlo en detalle fue un concierto aparte.
[caption id="attachment_53913" align="aligncenter" width="1200"] La vista parcial fue una extraña fortuna para ver a Fito en plenitud[/caption]
Como un voyeur improvisado de repente me vi mirando a Fito en sus particularidades, en sus obsesiones. Me metí en el círculo de manías de Fito que hacen que sus conciertos sean experiencias meticulosas y perfectas a las que solo alguna vez pude acceder leyendo una deliciosa crónica de Leila Guerriero que un poco lo atrapa a Fito inmiscuyéndose en la locura interna de sus construcciones. Y entonces yo, muy artesanalmente también atrapé todo aquello que queda lejos del público que, como en cualquier show, se fija en las pantallas o en las luces de colores. Pero yo en un costado, completamente ciego a lo evidente pude fijarme en cosas tan simples como el hermoso diseño de los zapatos que Fito eligió y que combinaban con su camisa; o en aquellos procesos invisibles que están metidos en el show como la meticulosa y maniática forma en que corrige en vivo cada detalle de la interpretación de sus músicos..
Además desde mi ubicación pude mirar al público, que a estas alturas de la carrera de Fito es una canción más, porque sus fans han aprendido las mañas del rosarino al punto de quererlo en su totalidad. De saberlo.
Cuando pasó la segunda canción, esa hermosa pieza titulada “Dos días en la vida” que no es otra cosa que un remake en modo Paez de “Thelma & Louise”, la audiencia todavía se mantenía cauta, y mantuvo esa cautela de estar sentados y aplaudiendo como en un bingo también en “Verónica”. Sin embargo cuando apareció la canción “Tráfico por Katmandú” el concierto comenzó a parecer un concierto de rock y la gente se puso de pie como corresponde.
Después vinieron cúmulos de emociones y aplausos y besos y risas con temazos como “Pétalo de sal”, “Sasha, Sissí y el Círculo de Baba”, “Un vestido y un amor” y “Tumbas de la Gloria”. Y así una a una las canciones fueron pasando en el orden del disco mientras Fito tocaba el piano, o saltaba, o se metía entre sus músicos dando instrucciones como un loco que, estando feliz, sufre de su felicidad en el camino de quererla solo perfecta. Basta con resumir que cuando sonó la última canción del disco, que es “A rodar mi vida”, el público cumplió con el ritual de hacer girar las camisetas en el aire como tenía que ser. Porque si no haces girar la camiseta con esa canción es que no sabes ni de Fito ni de rock latino.
Cumplido con lo prometido terminó el primer tiempo del concierto y Fito, como el mejor equipo del campeonato, ya iba ganando 2-0 cuando dio paso al entretiempo diciendo “voy a ponerme guapo y vuelvo”.
Tras 10 minutos de receso volvió con el segundo tiempo que fue un golpe certero al corazón de su fanaticada.
[caption id="attachment_53914" align="aligncenter" width="1200"] Fito Paez en Chile durante su show del 2 de diciembre de 2022 / Foto de Bastián Cifuentes @periodistafurioso[/caption]
Pero claro, Fito Paez es más que un solo disco
Con cambio de anteojos y de traje Fito saltó al escenario trayendo una mochila llena de canciones que a estas alturas ya parecen himnos. Y con ellos solo puso de manifiesto que sus canciones dan para dos conciertos enteros, porque aún dejando fuera algunos hits (como “Giros”, por la cual yo en lo personal creo que improvisé un rezo agnóstico por escucharla en vivo). Pero a pesar de algunas ausencias sonoras Fito con clásicos pegó un golazo fuerte y cruzado al corazón de su fanaticada. Y claro, faltaron canciones, porque uno siempre quiere más, pero eso no es culpa de Fito... aunque quizás.
Arrancó la segunda parte del show con “El diablo de tu corazón”, esa potente joyita del disco “Rey sol”, y luego vino “Al lado del camino”. Ese temazo irreverentemente pop con que todos volvemos a ratos para ajusticiar recuerdos, parientes o errores.
Acto seguido salió en escena “11 y 6”, una canción que a todos nos ha tocado dedicar o que nos las dedicaran, y que a estas alturas de la vida es como el Yesterday de la música latina. Simple, amable, romántica y adorable como un puñado de flores cortadas con la mano.
Para cuando apareció “Circo Beat” el público ya estaba completamente entregado a Fito. Y con ese temón llevó la adrenalina hasta el cielo. Incluso se dio el tiempo de dirigir al público haciendo que una mitad gritara el “rolingstonesco” Woo Hoo del coro y la otra gritara a voz en cuello “Circo Beat”, para convertir a su audiencia en otro elemento más de su orquesta personal. Y resultó perfecto.
De toda la luz colorida de “Circo Beat” el show pasó al doloroso “Noir” con “Ciudad de pobres corazones”. Y esa canción perdida y pecaminosa como película de Fritz Lang puso el rock triste que le faltaba al show para tener todos los matices posibles. Todas las sensaciones.
Fito salió de escena. El show pareció terminar, pero no. Faltaba el postre.
Para un arquitecto como Fito no es difícil construir una escalera que te saque de un foso. Y con la canción “Dar es dar” trajo de vuelta el show a la zona luminosa y feroz que ya empezaba a decir adiós.
Luego de una brevísima pausa que pareció un final Fito se cambió por tercera vez de traje y apareció vestido completamente de rojo para interpretar una dulce versión de “Dar es dar” que no era sino la antesala del gran final de la noche.
“Mariposa Tecnicolor”, esa pequeña joya estridentemente feliz del disco “Circo Beat”, fue la canción elegida por Paez para cerrar un concierto que cumplió con todo lo prometido.
Con miles de gargantas disparando tonos de voz al compás de las manos de Fito se escuchaba el “Todos yiran y yiran / Todos bajo el sol” como un corolario feliz del fenómeno veloz que es siempre Fito Paez que, como un tornado que arrasa con una fábrica de pinturas, pasa dejando un arcoíris a su alrededor.
El público agradecido y de pie aplaudió como diciendo “Llevo tus marcas en mi piel / Y hoy solo te vuelvo a ver”.
Y así fue que cuando en Chile el reloj marcaba las 11 con 30 minutos el director de orquesta, artífice y protagonista del show agradecía a sus músicos y al público chileno por una noche en que “El amor después del amor” celebró su cumpleaños rodeado de familiares y amigos para festejar un clásico que fue reiterado musicalmente una vez más con la contundencia feroz que caracteriza al incombustible Fito Paez.
Grande Fito, nos vemos en la celebración de los 40 años del disco. No hay duda.
[caption id="attachment_53915" align="aligncenter" width="1200"] Fito Paez en Chile / 2 de diciembre de 2022 / Foto de Bastián Cifuentes @periodistafurioso[/caption]
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