En medio de las celebraciones del Mes de la Niñez, donde abundan los globos, los regalos y las campañas publicitarias, hay una realidad que permanece fuera del foco: la de niños y niñas en situación de abandono con discapacidades intelectuales severas y profundas, que no solo requieren cuidados especializados, sino también compañía, presencia y vínculos afectivos reales.
En Pequeño Cottolengo, fundación con más de 55 años de historia en el país, actualmente cerca del 10% de los residentes son niños, niñas y adolescentes con discapacidad intelectual severa y profunda, muchos de ellos en situación de abandono. Aquí, la infancia se celebra todos los días, no con juguetes costosos, sino con rutinas de afecto, terapias personalizadas, celebraciones sencillas, actividades educativas y recreativas y mucho más.
"Este Mes de la Niñez queremos recordar que todas las infancias importan, también aquellas que muchas veces quedan fuera de la conversación pública. Una niñez sana no se trata solo de jugar o aprender, también implica ser visto, valorado y acompañado con cariño y profesionalismo. Los niños y niñas que cuidamos en Pequeño Cottolengo nos enseñan, cada día, que el amor más grande se expresa en la entrega cotidiana y en el compromiso de estar presentes", señaló Cristián Glenz, director ejecutivo de Fundación Pequeño Cottolengo Cerrillos.
Infancias que merecen ser visibilizadas
En Chile, más de 70.000 menores presentan algún grado de discapacidad intelectual, pero la mayoría no accede a apoyos permanentes ni a entornos que promuevan su desarrollo. En Pequeño Cottolengo, el modelo GESIN de atención integral se traduce en un acompañamiento profesional y humano durante toda la vida.
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Cabe destacar que, aunque la mayoría de los residentes hoy son adultos, muchos llegaron siendo niños, sin una red familiar activa, y han crecido en esta ciudad inclusiva que, con el paso del tiempo, se convirtió en su hogar definitivo. Todo esto es posible gracias al trabajo de más de 300 profesionales de distintas disciplinas que trabajan en Cerrillos, que cada día garantizan el bienestar clínico, emocional y espiritual de quienes habitan esta comunidad.
En las salas de terapia, los patios, los huertos o el sector ecuestre, cada residente encuentra espacios para crecer y expresarse. "Muchos de nuestros residentes no se comunican verbalmente, pero eso no significa que no tengan mucho que decir. Nosotros estamos ahí para facilitar su expresión y escucharlos", agrega Cristian Glenz.
Una forma de estar presente
En el marco del Mes de la Niñez, la fundación recuerda que todos podemos ser parte de este cuidado. A través del Programa de Padrinos y Madrinas, las personas pueden establecer un vínculo significativo con uno de los cerca de 300 residentes de Cerrillos que no cuenta con una red familiar activa. Se trata de elegir estar, acompañar en fechas importantes, compartir una comida, visitar un domingo, celebrar juntos un cumpleaños.
Además, en octubre se realizará una nueva versión de su Colecta Nacional, una instancia para apoyar el trabajo diario que permite a cientos de personas con discapacidad intelectual vivir con dignidad, compañía y amor.
Porque todos los niños merecen lo mismo: jugar, reír, sentirse seguros y queridos. Y en Pequeño Cottolengo, eso ocurre cada día, con el corazón abierto y las manos dispuestas.