No basta con dimensionar la angustia y el dolor de un joven estudiante que, en lugar de disfrutar de su adolescencia, se ve obligado a enfrentar una pesadilla diaria de acoso y violencia en su propio colegio.
Lamentablemente, esta es la realidad que vivió un estudiante de 14 años en Punta Arenas, cuya historia nos recuerda la urgente necesidad de abordar el problema del bullying de manera efectiva en nuestras escuelas.
Al respecto, la madre del joven en cuestión, quien prefirió mantener su identidad en el anonimato, relató cómo su hijo sufrió ataques incesantes durante su paso por la Escuela Pedro Pablo Lemaitre.
Años de bullying
El primer año en ese colegio, en quinto año, no tuvo amigos en todo el año. Tuvo rendimiento académico bien bueno, pero en sexto comienza el acoso. Recibió una amenaza donde ocho niños lo amenazaron y encerraron en el patio para golpearlo.
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Los abusos no se limitaron a los ataques físicos, sino que también incluyeron acoso cibernético. La mujer, en esa línea, aseguró que solicitó al colegio que activara los protocolos correspondientes, pero la institución se negó a tomar medidas, llegando incluso a culpar a la propia familia por no medicar al estudiante.
Finalmente, la situación se volvió insostenible para el joven, quien intentó quitarse la vida como resultado del acoso y la desesperación que enfrentaba. La madre relató que, incluso después de cambiar a su hijo de colegio, la violencia y el acoso continuaron, esta vez dirigidos hacia ella y su familia.
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''Hace un mes, estos mismos chicos comienzan a acosarme a mí haciendo grafitis, poniendo mis cuentas y cosas de connotación sexual (...) Filtraron fotos de mi casa, el número de teléfono de mi hijo'', relató.
''Hay fotos de mi hijo por todos lados, él tiene 14 años. Hay fotos mías por todos lados. Tuve que cerrar las cuentas de redes sociales porque recibo acoso todo el día. Incluso funaron a mi hija de 7 años. No nos dejan tranquilos'', lamentó.
Por último, la madre del joven explicó que fue a la Policía de Investigaciones (PDI), pero que le respondieron que no podían hacer nada porque eran menores de edad. Recién el 4 de agosto le tomaron la denuncia y aclararon que la investigación podría tardar más de seis meses.
Ahora, detalla que su hijo se mantiene con atención psicológica y que sigue intentando frenar el bullying.