• 25 AGO DE 2025

El desafío de una minería más inteligente y sostenible

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La minería chilena enfrenta hoy un escenario desafiante, donde los recientes eventos ocurridos en desarrollos subterráneos han puesto en evidencia la urgencia de revisar no sólo los aspectos técnicos de la operación, sino también la forma en que se toman decisiones, se coordinan equipos y se gestionan los riesgos. Los hechos recientes en faenas nacionales recuerdan que la seguridad sigue siendo un pilar ineludible para resguardar tanto a las personas como a la infraestructura crítica de la operación.

En particular, el desarrollo de túneles mineros —infraestructura crítica en gran parte de los proyectos actuales— requiere una comprensión profunda de múltiples variables: las condiciones geológicas del macizo rocoso, los esfuerzos inducidos tras la excavación, y los métodos constructivos utilizados. La interacción entre estos factores no es trivial. Una falla de modelamiento o una decisión desalineada con el terreno puede tener consecuencias serias, tanto para la seguridad de las personas como para la continuidad operacional.

A esto se suma un aspecto estructural pocas veces abordado con la profundidad necesaria: la gobernanza técnica y estratégica de estos desarrollos. Los contratos asociados a obras subterráneas concentran algunas de las mayores inversiones del sector, por lo que su planificación, ejecución y seguimiento requieren niveles de coordinación avanzados entre mandantes, contratistas y equipos de ingeniería.

La tecnología ofrece hoy oportunidades inéditas para anticipar comportamientos del macizo y detectar anomalías en tiempo real. Sensores que monitorean deformaciones, esfuerzos o desplazamientos pueden integrarse en modelos visuales de control que permiten actuar antes de que ocurran incidentes. Del mismo modo, el uso de modelos predictivos —especialmente en minería por hundimiento— ha permitido planificar con mayor precisión y reducir la exposición a eventos inesperados.

Pero no basta con tener la tecnología: lo esencial es traducir datos en decisiones, y decisiones en acciones concretas. Esa capacidad no está solo en los sistemas, sino en cómo se diseñan, implementan y operan. Lo técnico y lo organizacional deben estar alineados desde el inicio. De lo contrario, la tecnología se convierte en una promesa vacía.


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Hoy más que nunca, y especialmente tras un mes marcado por accidentes e interrupciones, la minería subterránea necesita más que soluciones puntuales: necesita una visión integrada, que combine diseño técnico, planificación táctica, monitoreo inteligente y toma de decisiones con criterios de largo plazo.

Construir resiliencia no es tarea de un área o de un rol específico. Es una responsabilidad compartida que parte por reconocer que la complejidad no es el problema, sino la falta de capacidad para gestionar colectivamente. En este contexto, no podemos sino lamentar los recientes acontecimientos en la industria, que nos recuerdan con crudeza los riesgos presentes en las operaciones subterráneas. La aspiración debe ser que estos hechos se transformen en aprendizajes colectivos, capaces de impulsar prácticas más rigurosas y anticipatorias, de modo que su ocurrencia futura pueda ser prevenida mediante una gestión más inteligente y sostenible de la minería.