• 17 SEP DE 2025

Desde el Castillo a la Universidad de los Andes: la historia de Alen Iturra, el joven de La Pintana que cambió su destino gracias a la educación

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Con solo 20 años, Alen Iturra ya sabe lo que significa desafiar el destino. Nacido y criado en la población El Castillo, uno de los sectores más complejos de La Pintana, hoy estudia Derecho en la Universidad de los Andes, becado en un 100%, gracias a la formación académica, valórica y cultural que recibió en el Colegio de la Fundación Nocedal.

En su niñez, no era raro escuchar balaceras en su barrio. Su madre, estricta, no lo dejaba salir a jugar con libertad. Años después, entendería por qué: varios de sus antiguos compañeros de plaza terminaron presos o involucrados en portonazos. Alen dice que si hoy está donde está, es gracias a esa protección y a un quiebre vital: el cambio de colegio en cuarto básico.

"Me portaba muy mal en el colegio anterior. Cuando mi mamá me cambió al Colegio Nocedal, no fue una decisión negociada. Pero ahí comenzó todo: encontré una estructura, profesores exigentes y el descubrimiento de la música, que me transformó", relata.

En quinto básico, se integró a la orquesta del colegio. Aprendió a tocar viola y comenzó a participar en conciertos, incluso en barrios de alto nivel socioeconómico como Vitacura o Las Condes. "Eso me abrió la cabeza. Salir, ver otras realidades, ver cómo vivían otros. Todo eso te muestra que hay un mundo más amplio y que uno puede aspirar a más".

Más adelante, eligió la especialidad técnico-profesional de electrónica, pero siempre supo que quería seguir estudiando. En cuarto medio, tras debatirse entre música y humanidades, una conversación inesperada con un profesor lo conectó con el decano de Derecho de la Universidad de los Andes. Esa fue la señal: Alen decidió apostar por una carrera ligada a lo que más le apasiona: las personas, el pensamiento crítico y la justicia.


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"Sin la educación que tuve, no estaría donde estoy. No solo hablo de las clases, sino del acompañamiento, los valores, las oportunidades culturales. Eso es una palanca de cambio real", enfatiza.

Actualmente, combina estudios con residencia universitaria gracias a apoyos económicos y becas. Durante su primer año de carrera, viajaba hasta cinco horas diarias desde su casa a la universidad. En lugar de rendirse, estableció rutinas: estudiaba en la biblioteca, leía el diario en la sala de espera de la Facultad, y se aferró a cada herramienta disponible para avanzar.

Su historia es una muestra concreta de cómo la educación —cuando es de calidad, integral y con sentido— puede quebrar círculos de pobreza y vulnerabilidad. De vivir en una zona estigmatizada por la violencia y la exclusión, Alen hoy se proyecta como un futuro abogado, sin dejar de lado su pasión por la música y el compromiso con su comunidad.

"Yo no soy un caso único. Esto funciona. La educación cambia vidas. Lo sé porque cambió la mía".

Gabriela Paredes

Periodista amante de la escritura, la música y los gatos.
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