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El culebrón del mercado estival tiene nombre y apellido: Alexander Isak. El goleador sueco ha convertido su futuro en el Newcastle United en una novela con capítulos diarios, declaraciones incendiarias, ofertas récord rechazadas y un pulso que involucra a uno de los gigantes de la Premier. El jugador quiere salir, el Newcastle se planta y el Liverpool presiona sin romper la hucha hasta el límite. En medio, un reloj que corre hacia el 1 de septiembre y un vestuario al que, de momento, Isak no pertenece.
El detonante de la saga llegó con la ruptura pública entre jugador y club. Isak expresó que "no puede continuar" en Newcastle y que la "confianza se ha roto", un mensaje que escaló la tensión y lo dejó entrenando al margen del primer equipo. Eddie Howe, por su parte, reconoció que "no hay cambios" en la situación y que el grupo debía "olvidarse de él" en el arranque liguero. Estas posturas confirmaron la idea de que el delantero ha cruzado un punto de no retorno deportivo y emocional con el club.
Los Magpies marcaron el precio de salida, alrededor de £150 millones. A inicios de agosto, el Newcastle rechazó una oferta de £110 millones procedente de Liverpool, cifra que quedó por debajo de la valoración interna del jugador. La estrategia es clara, si Isak sale, será a precio de récord británico; de lo contrario, permanecerá en St. James’ Park.
La ofensiva del equipo de Arne Slot dominó la conversación del mercado. El técnico, preguntado en la previa del Newcastle-Liverpool, evitó cualquier comentario directo sobre Isak, una señal pública de prudencia mientras la dirección deportiva mueve fichas. El contexto era inequívoco, donde los Reds querían un nueve de élite y el sueco encaja por edad, perfil y producción reciente, pero forzar por encima de £110m parecía complicado por el contexto económico y del mercado.
Tras mucho tira y afloja, Nick Woltemade aterrizó en los Magpies por 85 millones de euros dos días antes del cierre de mercado, lo que parecía una señal de que el culebrón estaba a punto de cerrarse. Dos días después, el Liverpool cerraba el acuerdo: 150 millones de euros por Isak, acabando con una de las historias más rocambolescas del verano.
Sobre el césped, la salida de Isak transforma dos ataques. En el Newcastle, reduce la amenaza en ruptura y la calidad para fijar centrales, algo que tratan de compensar con la llegada de Nick Woltemade; en el Liverpool, añade un nueve que participa, asocia y remata con números de primer escalón inglés. El sueco es, además, un finalizador que mejora contextos, porque dobla marcas, limpia carriles interiores y sostiene posesiones largas.
No sorprende que el ruido sea máximo en las previas, en los análisis tácticos de plató y hasta en conversaciones de apuestas deportivas; cuando un jugador se mueve así, se mueven también los escenarios competitivos, porque altera la percepción global de la Premier League y hasta de competiciones europeas.
Su llegada al Liverpool, por ejemplo, cambiará la manera en que los rivales plantean sus partidos, obligando a reajustar defensas y estrategias. Del mismo modo, la pérdida de una pieza tan decisiva en Newcastle tiene un impacto importante en su capacidad para aspirar a puestos de Champions, modificando las expectativas tanto de aficionados como de analistas.
La ausencia de Isak obliga a Howe a reconstruir el plan de ataque sin su referencia. El club, además, que ha tanteado alternativas en el mercado, tendrá en Woltemade un relevo que esperan de lujo. Incluso se llegó a vincular a los Magpies con Benjamin Šeško semanas atrás, pero finalmente el alemán es el elegido.
Aún así, el calendario aprieta. Si el 1 de septiembre cierra la ventana sin acuerdo, Isak tendrá dos opciones; o incorporarse y competir, o prolongar un pulso improductivo que lo deje en el dique seco durante meses, con un Mundial en 2026 en el horizonte. Con un contrato largo por delante, la palanca legal es limitada y el margen de maniobra, estrecho. En otras palabras, el tiempo favorece al club, salvo que llegue una oferta que alcance la valoración marcada.
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